1
A. ¡Escuchad, vosotros los ancianos de mi Iglesia! Yo Soy Aquél que os ha llamado amigos. En cuanto a lo que atañe al asunto sobre el que me habéis preguntado:
B. He aquí, es mi voluntad que se predique mi evangelio a todas las naciones, en todos los países, y que hombres de todas las lenguas ministren ante mí.
C. Por tanto, es conforme a mis propósitos que me ordenéis sacerdotes de todas las razas que reciban las enseñanzas de mi ley y que ellas lleguen a ser herederas según la promesa.
2
A. Tened mucho cuidado, porque han sido ordenados al sacerdocio muchos ancianos, y han venido bajo mi condenación, a causa de haber descuidado el alzar sus voces a favor de mi causa, y para los tales hay tribulación y angustia;
B. Quizás puedan ser salvados (si no hacen el mal) aunque su gloria, que se les da según sus obras, les será negada; o en otras palabras, sus obras serán quemadas, ya que no me son provechosas.
3
A. Soltaos las manos los unos a los otros, y sosteneos, para que los que sois del Concilio de los Doce Apóstoles podáis trabajar todos en la viña, pues lleváis sobre vosotros muchas responsabilidades;
B. Y si obráis diligentemente se aproxima la hora en que serán añadidos otros a vuestro número hasta que el Concilio esté completo, aun con doce.
4
A. No os apresuréis en ordenar al sacerdocio miembros de la raza negra a oficios de mi Iglesia, porque en verdad os digo:
B. No todos me son aceptables como servidores, no obstante deseo que todos sean salvados, pero cada uno según su propio orden, y hay algunos que son instrumentos escogidos para ser ministros a los de su propia raza. Estad satisfechos; yo, el Señor, lo he dicho.