Sección 131

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A. De conformidad con el aviso para un ayuno general de la Iglesia a ser observado el primer domingo, día cinco de abril de 1914, yo José Smith III, presidente de la Iglesia, siguiendo la costumbre de nuestra hermandad observé la norma que requería el ayuno, y pasé aquel día en meditación y oración sobre la obra de Dios y nuestro deber actual en los asuntos confiados a nuestra responsabilidad.

B. Antes de que llegara el momento de romper el ayuno, fui bendecido con la presencia del Espíritu Santo que reposó sobre mí con tranquila seguridad y con poder.

C. Con una voz apacible y delicada que da luz y entendimiento a la inteligencia del hombre, que exalta el alma y santifica el espíritu, me vino la voz directora de Aquél en cuya obra nos hallamos sirviendo

2

A. Así dice el Espíritu Santo a la Iglesia: Ahora el tiempo ha llegado en que las necesidades de la obra exigen que los siervos de la Iglesia, los obispos Edwin A. Blakeslee y Edmundo L. Kelley, se hallen más estrechamente asociados para sostener los asuntos financieros de la Iglesia y el cuidado de las varias organizaciones que exigen el desembolso del dinero recogido entre los miembros de la Iglesia, y en la responsabilidad de mirar por las propiedades que pertenecen a la Iglesia como organización bajo las leyes de la Iglesia y del país.

B. Para desempeñar esta misión el siervo de la Iglesia, Edwin A. Blakeslee, debe familiarizarse más cumplidamente con los asuntos del oficio del obispado, a fin de que pueda estar mejor preparado para aconsejar, fortalecer y ayudar a controlar los asuntos del obispado para un cumplimiento fructuoso de la finalidad prevista cuando fue llamado y ordenado al obispado.

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A. El Espíritu Santo dice asimismo que es menester que se proporcione ayuda adicional al obispado encargado de los asuntos generales de las finanzas.

B. Para hacer esto Ricardo C. Kelley, hijo de mi siervo el obispo Edmundo L. Kelley, debe ser llamado y ordenado al oficio de anciano, para que pueda actuar con el obispado en caso de necesidad y para trabajar en la oficina del obispado cuidando y vigilando los asuntos pertenecientes a este oficio.

C. A su debido tiempo, si hace sus pruebas en esta obra, debe recibir una ordenación al sumo sacerdocio que le autorizase para obrar plenamente como parte integral del obispado.

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A. El Espíritu Santo dice además: El espíritu de recelo y de falta de confianza en aquéllos que han sido llamados y ordenados para obrar en las diversas posiciones de responsabilidad del sacerdocio, y poseen autoridad en la Iglesia, es impropio de quienes profesan tener fe en Dios, en Jesucristo Su Hijo, y en el Espíritu Santo de Verdad, y hace patente una grave falta de aquella caridad que Pablo, apóstol de Jesucristo, declaró que era la calidad de la virtud cristiana que no piensa iniquidad alguna.

B. Los que salen de las asambleas y cónclaves solemnes de la Iglesia deberían tener gran cuidado en sus ministerios entre los miembros, tanto en las congregaciones donde puedan oficiar, como en sus predicaciones del evangelio a los que no son miembros, para evitar la siembra de semillas de recelo y de sospecha ya sea en el ministerio público o en las conversaciones privadas.

C. La Iglesia ha sido amonestada a este respecto en tiempos pasados y el Espíritu Santo dice de nuevo: Es impropio del carácter y de la vocación de los que administran en nombre del Señor Jesucristo.

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En testimonio de ello, yo, José Smith III, presidente y servidor de la Iglesia, pongo aquí mi rúbrica en el decimocuarto día de abril, del año de nuestro Señor 1914.

(Firmado)

José Smith III