Sección 161

El 21 de Abril de 1996, presenté a la Iglesia palabras de consejo que me sentí dirigido a compartir, sin instrucción alguna en cuanto a su disposición final. Sentí que era importante que la Iglesia considerara las palabras por un tiempo y que no se sintiera obligada a tomar decisiones urgentes al respecto. Durante los últimos cuatro años he sido guiado nuevamente a ellas muchas veces, y he reflexionado sobre su significado y su tiempo oportuno. Sin aferrarme a cada palabra o frase, he permanecido convencido de la verdad del mensaje, pero también he tenido la impresión de que era incompleto, y que quedaba más por decir. Yo no comprendía en aquel entonces que nuestra travesía de transformación infundiría nueva profundidad y penetración.

He seguido luchando con el mensaje, atento a la importancia de expresarlo con integridad y siempre consciente de mis propias debilidades e incertidumbres humanas. De acuerdo con las responsabilidades que tengo, lleno de amor para la Iglesia y sus miembros, y agradecido de Dios, quien me sostiene en medio de mis muchas debilidades, humildemente presento las siguientes Palabras de Consejo Espiritual a la Iglesia para cualquier consideración formal que convenga. Lo hago confiando en que el Espíritu que estaba presente para su preparación también lo estará en aquellos que acojan su desafío.

A los Concilios, Quórums, y Órdenes, a la Conferencia Mundial, y a la Iglesia:

1

A. Alcen la vista y fíjenla en el lugar más allá del horizonte al cual son enviados. Caminen con confianza, asegurados de que la grande y maravillosa obra es para el tiempo presente y para todos los tiempos.

B. Reclamen su lugar único y sagrado dentro del círculo de los que invocan el nombre de Jesucristo. Sean fieles al espíritu de la Restauración, conscientes de que es un espíritu de aventura, de actitud sincera, y de búsqueda. Caminen animosos y con paso acelerado. Sean un pueblo gozoso. Rían, diviértanse y canten, encarnando la esperanza y la libertad del evangelio.

2

A. Lleguen a convertirse en un pueblo del Templo, de los que ven la violencia pero proclaman la paz, de los que conocen conflictos y sin embargo tienden la mano de la reconciliación, de los que encuentran almas quebrantadas pero hallan medios para sanar.

B. Cumplan los propósitos del Templo, haciendo manifiestos sus ministerios en sus corazones. Fue construido por sus sacrificios y su búsqueda a través de muchas generaciones. Que quede como un altísimo símbolo de un pueblo que conoció injusticias y conflictos en la frontera, y que ahora busca la paz de Jesucristo por todo el mundo.

3

A. Abran sus corazones y sientan los anhelos de sus hermanos y hermanas que se encuentran solos, despreciados, temerosos, desamparados, y sin ser amados. Acérquense con comprensión, tomándolos de la mano, e inviten a todos a participar de las bendiciones de la comunidad creada en el nombre de Él, quien padeció por todos.

B. No tengan miedo los unos de los otros. Respeten cada vida en su travesía, incluso en su condición quebrantada e incierta, porque cada quien ha andado solo alguna vez. Estén dispuestos a escuchar y sean lentos para criticar, a no ser que sus juicios sean injustos y sin redimir. Sean pacientes los unos con los otros, porque crear comunidad sagrada es cosa ardua y hasta dolorosa. Pero cada uno es llamado a crear tal comunidad de amor.

C. Sean valientes y visionarios, creyendo en el poder de sólo unos cuantos testigos vibrantes para transformar el mundo. Tengan la seguridad de que el amor vencerá a las voces de temor, división, y engaño.

D. Comprendan que el camino hacia la transformación va tanto adentro como afuera. El camino a la transformación es el sendero del discípulo.

4

A. No desatiendan a los más pequeños entre ustedes, porque aun los menores de éstos son tesoros a los ojos de Dios. Reciban los dones y la energía de niños y jóvenes, escuchándoles para comprender sus preguntas y su sabiduría. Respondan a sus anhelos de ser queridos y nutridos mientras crecen.

B. Tengan en cuenta el cambio de las estaciones de la vida, el paso de la primavera de la niñez y la juventud a los años invernales. Abracen la bendición de sus muchas diferencias. Sean tiernos y atentos. Recuerden una vez más que son necesarios los dones de todos para que se realicen los propósitos divinos.

5

Sean respetuosos de la tradición. No dejen de escuchar atentos la narración de las sagradas escrituras, porque la historia de las sagradas escrituras y de la fe habilitan e iluminan la visión. Pero tampoco sean cautivos de fórmulas y protocolos caducos. Recuerden que la instrucción dada en años anteriores es aplicable como principio y ha de medirse frente a las necesidades de una iglesia en vías de crecimiento, conforme a la dirección basada en la oración de las autoridades espirituales y el consenso del pueblo.

6

A. Permanezcan constantes en el nombre de Él a quien proclaman, y formen comunidades diversas de discípulos y buscadores, regocijándose en la realización continua del llamamiento a este pueblo a ser testigos proféticos en el nombre de Jesucristo.

B. Hagan caso del urgente llamamiento a convertirse en una familia global unida en el nombre del Cristo, comprometida en amor los unos a los otros, buscando el reino por el que anhelan, y al que siempre han sido llamados. Ese reino será un reino apacible y será conocido como Sión.

7

El Espíritu de Él a quien siguen es el espíritu de amor y paz. Ese Espíritu pretende morar en los corazones de los que quisieran acoger su llamamiento y vivir su mensaje. El camino no será siempre fácil, las opciones no siempre serán claras, pero la causa es segura y el Espíritu dará confirmación de la verdad, y los que viven la verdad conocerán la esperanza y el gozo de ser discípulos en la comunidad de Cristo. Amén.

W. Grant McMurray
Presidente de la Iglesia

Independence, Estado de Missouri, EE.UU.,
el 4 de Abril de 2000