Sección 67

1

A. He aquí, escuchad, vosotros, oh ancianos de mi Iglesia que os habéis reunido, cuyas oraciones he oído, cuyos corazones conozco y cuyos deseos han subido hasta mí.

B. He aquí, he puesto mis ojos sobre vosotros; y los cielos y la tierra están en mis manos, y las riquezas de la eternidad son mías para dar.

C. Procurasteis creer que recibiríais la bendición que se os ofreció, mas he aquí, de cierto os digo: Había temores en vuestros corazones; y en verdad ésta es la razón por la que no la recibisteis.

2

A. Ahora, yo, el Señor, os doy un testimonio de la verdad de estos mandamientos que se hallan ante vosotros. Habéis observado a mi siervo José Smith, hijo; habéis conocido su lenguaje y habéis notado sus imperfecciones; y en vuestros corazones habéis aspirado a tener sabiduría para poder expresaros en mejor lenguaje que el suyo.

B. Esto también lo sabéis. Ahora, escoged del Libro de Mandamientos, aun el menor de entre ellos, y designad al más sabio de entre vosotros;

C. Si entre vosotros hay alguien que pueda hacer un mandamiento semejante, entonces quedáis justificados al decir que no sabéis que sean verdaderos; mas si no podéis hacer uno semejante, estáis bajo condenación si no dais testimonio de que son verdaderos;

D. Porque sabéis que no hay nada falso en ellos; y lo que es recto proviene de arriba, del Padre de las luces.

3

A. Además, de cierto os digo que es vuestro privilegio, y os lo doy como promesa a vosotros que habéis sido ordenados a este ministerio, que si os despojáis de todos vuestros celos y temores, y os humilláis, el velo se rasgará, y me veréis y sabréis que yo soy;

B. No con la mente carnal, ni la natural, sino con la espiritual; porque ningún hombre en la carne ha visto a Dios, excepto que haya sido vivificado por el Espíritu de Dios.

C. Ni puede ningún hombre natural soportar la presencia de Dios, y ni tampoco según la mente carnal; ahora no podéis soportar la presencia de Dios, ni el ministerio de ángeles; por ello, perseverad pacientemente hasta perfeccionaros.

4

No se vuelvan atrás vuestras mentes, y cuando seáis dignos, veréis y sabréis a mi propio y debido tiempo lo que os fue conferido por las manos de mi siervo José Smith, hijo. Amén.