Sección 76

1

A. ¡Escuchad, oh cielos, atiende, oh tierra, y regocijaos vosotros sus habitantes, porque el Señor es Dios, y aparte de Él no hay Salvador!

B. Grande es Su sabiduría, maravillosos son Sus caminos, y la magnitud de Sus obras nadie las puede saber.

C. Sus propósitos no se frustran, ni hay tampoco quien pueda detener Su mano; de eternidad en eternidad es el mismo, y Sus años nunca dejarán de ser.

2

A. Así dice el Señor: Yo, el Señor, soy clemente y misericordioso para con los que me temen, y me deleito en honrar a los que me sirven en justicia y en verdad hasta el fin.

B. Grande será su galardón, y eterna será su gloria; y a ellos revelaré todos los misterios; sí, todos los misterios escondidos de mi reino desde la antigüedad; y en las edades venideras les daré a conocer la buena disposición de mi voluntad sobre todas las cosas referentes a mi reino.

C. Sí, sabrán hasta las maravillas de la eternidad, y les enseñaré las cosas venideras, aun las cosas de muchas generaciones; su sabiduría será grande, y su entendimiento penetrará los cielos; y ante ellos perecerá la sabiduría de los sabios, y el entendimiento del prudente se anulará;

D. Porque por mi Espíritu los iluminaré, y por mi poder les haré saber los secretos de mi voluntad; sí, aun aquellas cosas que el ojo no ha visto, ni oído oyó, ni han entrado todavía en el corazón del hombre.

3

A. Nosotros, José Smith, hijo, y Sydney Rigdon, estando en el Espíritu, el día dieciséis de febrero del año de nuestro Señor mil ochocientos treinta y dos, nuestros ojos fueron abiertos por el poder del Espíritu y nuestros entendimientos fueron iluminados para que pudiésemos ver y comprender las cosas de Dios;

B. Incluso aquellas cosas que existieron desde el principio, antes de que el mundo fuese, las cuales el Padre decretó por medio de Su Unigénito Hijo, quien estaba desde el principio en el seno del Padre, de quien damos testimonio, y el testimonio que damos es la plenitud del evangelio de Jesucristo, el cual es el Hijo, a quien vimos y con quien conversamos en la visión celestial.

C. Mientras hacíamos la revisión que el Señor nos había asignado, llegamos al versículo veintinueve del quinto capítulo del libro de San Juan, que nos fue revelado de la manera siguiente:

D. Hablando de la resurrección de los muertos, con respecto a los que oirán la voz del Hijo del Hombre: “Resucitarán los que hicieron bien, en la resurrección de los justos, y los que hicieron mal, en la resurrección de los injustos”.

E. Ahora bien, esto hizo que nos maravilláramos, porque nos fue revelado por el Espíritu Santo, y mientras meditábamos en estas cosas, el Señor tocó los ojos de nuestros entendimientos, y fueron abiertos, y la gloria del Señor brilló en derredor;

F. Y contemplamos la gloria del Hijo, a la diestra del Padre, y recibimos de Su plenitud; y vimos a los santos ángeles, y a los que están santificados ante Su trono, adorando a Dios y al Cordero, a quien adoran para siempre jamás.

G. Ahora, después de los muchos testimonios que de Él se han dado, éste es el testimonio, el último de todos, que nosotros damos de Él: Que vive; porque le vimos, aun a la diestra de Dios;

H. Y oímos la voz dando testimonio de que Él es el Unigénito del Padre; que por Él, y mediante Él, y de Él los mundos son y fueron creados, y sus habitantes son engendrados hijos e hijas para Dios.

I. Vimos también esto, y de ello damos testimonio: Que un ángel de Dios, que tuvo autoridad en la presencia de Dios, se rebeló contra el Hijo Unigénito, a quien el Padre amaba y que estaba en el seno del Padre,

J. Y fue arrojado de la presencia de Dios y del Hijo, y fue llamado Perdición; porque los cielos lloraron por él; éste era Lucero, un hijo de la mañana. Y miramos, y he aquí, ¡él ha caído! ¡él ha caído!, aun un hijo de la mañana.

K. Mientras estábamos todavía en el Espíritu, el Señor nos mandó que escribiésemos la visión; porque vimos a Satanás, aquella serpiente antigua, o sea el diablo, que se rebeló contra Dios, e intentó tomar el reino de nuestro Dios y de Su Cristo;

L. Por tanto, el diablo hace la guerra contra los santos de Dios y los rodea por todos lados.

M. Y vimos una visión de los sufrimientos de aquéllos a quienes Satanás hizo la guerra y venció, porque la voz del Señor nos llegó de esta forma:

4

A. Así dice el Señor concerniente a todos los que conocen mi poder y han sido hechos participes de él, y consintieron en dejarse vencer por el poder del diablo, y negar la verdad, y desafiar mi poder:

B. Estos son los hijos de perdición, de quienes digo que más les hubiera valido no haber nacido;

C. Porque son vasos de ira condenados a padecer el enojo de Dios, con el diablo y sus ángeles, en la eternidad, de los cuales he dicho que no hay perdón en este mundo ni en el venidero;

D. Habiendo negado al Espíritu Santo después de haberlo recibido, y habiendo negado al Unigénito Hijo del Padre, crucificándole para sí mismos y exponiéndole al vituperio público.

E. Estos son los que irán al lago de fuego y azufre con el diablo y sus ángeles, y los únicos sobre los cuales tendrá poder alguno la segunda muerte; sí, de cierto, los únicos que no serán redimidos en el debido tiempo del Señor, después de padecer Su ira;

F. Porque todos los demás serán levantados por la resurrección de los muertos, mediante el triunfo y la gloria del Cordero, quien fue inmolado, quien estaba en el seno del Padre antes de que los mundos fuesen hechos.

G. Este es el evangelio, las buenas nuevas de que la voz de los cielos nos dio testimonio: Que Jesús vino al mundo, para ser crucificado por amor del mundo, y sobrellevar los pecados del mundo, y para santificarlo y limpiarlo de toda iniquidad;

H. Para que mediante Él pudiesen ser salvos todos aquéllos a quienes el Padre había puesto en Su poder y hecho por Él; quien glorifica al Padre y salva todas las obras de Sus manos, excepto a aquellos hijos de perdición que niegan al Hijo después de que el Padre le ha revelado;

I. Por lo tanto, a todos los salva Él, menos a ellos; irán al castigo sempiterno, que es castigo interminable, que es castigo eterno, para reinar con el diablo y sus ángeles por la eternidad, donde el gusano de ellos no muere y el fuego no se apaga, lo cual es su tormento, y nadie sabe ni su fin, ni su lugar, ni su tormento;

J. Ni tampoco fue revelado, ni es, ni será revelado al hombre, salvo a los que participan de él.

K. Sin embargo, yo, el Señor, lo muestro en visión a muchos, pero al instante vuelvo a retirarlo; por consiguiente, no comprenden su fin, su anchura, su altura, su profundidad y su dolor, ni tampoco hombre alguno sino aquéllos que serán decretados para esta condenación.

L. Y oímos que la voz decía: “Escribid la visión, porque he aquí, éste es el fin de la visión de los padecimientos de los inicuos”.

5

A. Y otra vez testificamos, porque vimos y oímos, y éste es el testimonio del evangelio de Cristo respecto a los que resucitarán en la resurrección de los justos:

B. Estos son los que recibieron el testimonio de Jesús, y creyeron en Su nombre, y fueron bautizados a la manera de Su entierro, siendo sepultados en el agua en Su nombre y según el mandamiento que Él ha dado, de que si guardaban los mandamientos pudiesen ser lavados y limpiados de todos sus pecados.

C. Y recibir el Espíritu Santo por la imposición de manos de aquél que ha sido ordenado y confirmado para ejercer este poder;

D. Y son los que vencen por la fe y que son sellados por el Espíritu Santo de la promesa, que el Padre derrama sobre todos los que son justos y fieles.

E. Ellos son los que constituyen la Iglesia del Primogénito;

F. Son aquéllos en cuyas manos el Padre ha entregado todas las cosas;

G. Son los sacerdotes y reyes, que han recibido de Su plenitud y de Su gloria, y son sacerdotes del Altísimo según el orden de Melquisedec, que fue según el orden de Enoc, que fue según el orden del Hijo Unigénito;

H. De manera que, como está escrito, ellos son dioses, es decir, los hijos de Dios; por lo tanto, todas las cosas son suyas, sea vida o muerte, cosas presentes o cosas venideras, todas son suyas, y ellos son de Cristo, y Cristo es de Dios; y vencerán todas las cosas.

I. Por consiguiente, que nadie se gloríe en el hombre, sino más bien que se gloríe en Dios, Quien someterá a todo enemigo debajo de Sus pies.

J. Estos fieles morarán en la presencia de Dios y de Su Cristo para siempre jamás.

K. Son los que Él traerá consigo, cuando venga en las nubes del cielo, para reinar en la tierra sobre Su pueblo;

L. Estos son los que tendrán parte en la primera resurrección;

M. Los que saldrán a la resurrección de los justos.

N. Estos son los que han venido al monte de Sión, y a la ciudad del Dios viviente, el lugar celestial, el más santo de todos.

O. Estos son los que se han allegado a una compañía innumerable de ángeles; a la asamblea general e Iglesia de Enoc y del Primogénito;

P. Son aquéllos cuyos nombres están escritos en los cielos, donde Dios y Cristo son los jueces de todo;

Q. Estos son hombres justos hechos perfectos mediante Jesús. El Mediador del nuevo pacto, quien llevó a cabo esta perfecta expiación por medio del derramamiento de Su propia sangre;

R. Son aquéllos cuyos cuerpos son celestiales, cuya gloria es la del sol, aun la gloria de Dios, superior a todos, de cuya gloria se ha escrito que el sol del firmamento es típico.

6

A. Además, vimos el mundo terrestre;

B. He aquí, éstos son los de lo terrestre, cuya gloria difiere de la gloria de la Iglesia del Primogénito, quienes han recibido de la plenitud del Padre, así como en el firmamento la gloria de la luna es diferente de la del sol.

C. He aquí, éstos son los que murieron sin ley; y son también los espíritus humanos custodiados en la prisión, a quienes el Hijo visitó y predicó el evangelio, para que pudieran ser juzgados según los hombres en la carne, los que no aceptaron el testimonio de Jesús en la carne, más después lo recibieron.

D. Estos son los hombres honorables de la tierra que fueron cegados por las artimañas de los hombres;

E. Estos son los que reciben de Su gloria, pero no de Su plenitud;

F. Estos son los que reciben de la presencia del Hijo, mas no de la plenitud del Padre; por tanto, son cuerpos terrestres y no cuerpos celestiales; y difieren en gloria como la luna es diferente del sol;

G. Estos no son valerosos en el testimonio de Jesús; por eso no obtienen la corona en el reino de nuestro Dios.

H. Y ahora, éste es el fin de la visión que tuvimos de lo terrestre, la cual el Señor nos mandó escribir mientras nos hallábamos aún en el Espíritu.

7

A. Además, vimos la gloria de lo telestial, que es la gloria de lo menor, así como la gloria de las estrellas difiere de la luna en el firmamento.

B. Estos son los que no aceptaron el evangelio de Cristo, ni el testimonio de Jesús.

C. Estos son los que no niegan al Espíritu Santo;

D. Los que son arrojados al infierno:

E. Estos son los que no serán redimidos del poder del diablo hasta la última resurrección, hasta que el Señor, es decir Cristo el Cordero, haya consumado Su obra.

F. Estos son los que no reciben de Su plenitud en el mundo eterno, sino del Espíritu Santo por el ministerio de lo terrestrial; y lo terrestrial, por el ministerio de lo celestial; y lo telestial, también la recibe por el ministerio de ángeles que son designados para ministrarles, o que son designados espíritus ministrantes para ellos, porque serán herederos de la salvación.

G. Y así vimos en la visión celestial la gloria de lo telestial, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y ningún hombre la conoce sino aquél a quien Dios la ha revelado.

H. Vimos que la gloria de lo terrestrial excede en todas las cosas la gloria de lo telestial, aun en gloria, en poder, en fuerza y en dominio.

I. Vimos también que la gloria de lo celestial sobrepuja todas las cosas; donde Dios, o sea el Padre, reina sobre Su trono para siempre jamás, y ante cuyo trono todas las cosas se inclinan en humilde reverencia y le dan gloria para siempre jamás.

J. Los que moran en Su presencia son la Iglesia del Primogénito; y ven como son vistos, y conocen como son conocidos, habiendo recibido de Su plenitud y de Su gracia; y Él los hace iguales en poder, fuerza y dominio.

K. La gloria de lo celestial es una, así como la gloria del sol es una. Y la gloria de lo terrestrial es una, así como la gloria de la luna es una.

L. La gloria de lo telestial es una, así como la gloria de las estrellas es una, porque como una estrella difiere de otra en gloria, asimismo difieren uno de otro en gloria en el mundo telestial; porque éstos son los que dicen que son de Pablo, y de Apolos, y de Cefas;

M. Estos son los que declaran que unos son de uno y otros de otro, algunos de Cristo y otros de Juan; éstos de Moisés, y aquéllos de Elías; y algunos de Isaías; unos de Isaías, y otros de Enoc; mas no aceptaron el evangelio, ni el testimonio de Jesús, ni a los profetas; ni el pacto sempiterno;

N. Por último, todos estos son los que no serán recogidos con los santos para ser arrebatados a la Iglesia del Primogénito y recibidos en la nube;

O. Estos son los mentirosos, los hechiceros, los adúlteros, los fornicarios y quienquiera que ama y hace mentiras;

P. Son los que padecen la ira de Dios en la tierra;

Q. Son los que padecen la venganza del fuego eterno;

R. Los que son echados abajo al infierno y padecen la ira de Dios Todopoderoso hasta el cumplimiento de los tiempos, cuando Cristo habrá sometido a todo enemigo debajo de Sus pies, y habrá perfeccionado Su obra, cuando entregará el reino y lo presentará sin mácula al Padre, diciendo:

S. He vencido y he pisado solo el lagar, es decir, el lagar del furor de la ira de Dios Todopoderoso. Entonces, Él será coronado con la corona de Su gloria, para sentarse sobre el trono, de Su poder y reinar para siempre jamás.

T. Mas, he aquí, vimos la gloria y los habitantes del mundo telestial, los cuales eran tan innumerables como las estrellas en el firmamento de los cielos, o como las arenas en las orillas del mar, y oímos la voz del Señor que decía:

U. Todos estos doblarán la rodilla, y toda lengua confesará al que se sienta sobre el trono para siempre jamás;

V. Porque serán juzgados conforme a sus obras, y cada uno recibirá según sus propias obras y su dominio correspondiente en las mansiones que están preparadas, y serán siervos del Altísimo, mas donde Dios y Cristo moran, no pueden llegar, por todos los siglos de los siglos.

W. Este es el fin de la visión que vimos, la cual se nos mandó escribir mientras nos hallábamos aún en el Espíritu.

8

A. Pero grandes y maravillosas son las obras del Señor y los misterios de Su reino que nos enseñó, que sobrepujan toda comprensión humana en gloria, y en poder, y en dominio, los cuales Él nos mandó que no escribiéramos mientras nos hallábamos aún en el Espíritu, y al hombre no le es lícito declararlos,

B. Ni tampoco es el hombre capaz de darlos a conocer, porque sólo se ven y se comprenden por el poder del Espíritu Santo que Dios confiere a los que le aman y se purifican ante Él, a quienes concede este privilegio de ver y conocer por sí mismos;

C. Para que por medio del poder y la manifestación del Espíritu Santo, mientras estuvieran en la carne, puedan mantenerse en Su presencia en el mundo de gloria. Y a Dios y al Cordero sean la gloria, y la honra, y el dominio por los siglos de los siglos. Amén.