Sección 84

1

A. De cierto, así os dice el Señor a vosotros siervos míos, acerca de la parábola del trigo y la cizaña.

B. He aquí, de cierto os digo que el campo era el mundo, y los apóstoles eran los sembradores de la semilla.

C. Después que los apóstoles se hubieron dormido, el gran perseguidor de la Iglesia, el apóstata, la ramera, o sea Babilonia, la cual hace que todas las naciones beban de su copa, y que el enemigo, o sea Satanás, se sienta para reinar en los corazones de ellas;

D. He aquí, él siembra la cizaña, de manera que la cizaña ahoga el trigo y ahuyenta a la Iglesia a las soledades.

2

A. Pero, he aquí, en los últimos días, ahora mismo mientras el Señor comienza a manifestar la palabra, y el tallo está brotando y todavía es tierno, he aquí, de cierto os digo:

B. Los ángeles, listos ya y esperando que los envíen a segar los campos, claman al Señor día y noche; pero el Señor les dice:

C. No arranquéis la cizaña cuando el tallo está todavía tierno (porque de cierto vuestra fe es débil), no sea que destruyáis también el trigo; dejad, pues que crezcan juntos el trigo y la cizaña hasta que la cosecha esté completamente madura.

D. Entonces primero cogeréis el trigo de entre la cizaña, y después de recoger el trigo, he aquí, la cizaña será atada en manojos, y el campo estará listo para la quema.

3

A. De modo que, así os dice el Señor, a vosotros en quienes el sacerdocio se ha transmitido por el linaje de vuestros padres; porque sois herederos legítimos, según la carne, y habéis sido escondidos del mundo con Cristo en Dios:

B. Vuestra vida y el sacerdocio han continuado, y tienen que perdurar por medio de vosotros y de vuestro linaje hasta la restauración de todas las cosas proferidas por boca de todos los santos profetas desde que comenzó el mundo.

4

Así pues, benditos sois si perseveráis en mi bondad, como luz para los Gentiles, y por medio de este sacerdocio, una fuerza salvadora para mi pueblo Israel. El Señor lo ha dicho. Amén.